La importancia estratégica del Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR
Por: Adalid Contreras
Se ha afirmado repetidas veces: MERCOSUR no es sólo
comercio, puesto que del mismo modo que la mayoría de los sistemas de
integración, tiene un carácter multidimensional que sostiene diversos otros
espacios de encuentros interestatales o supranacionales. En este artículo
analizaremos la dimensión integracionista de la cohesión social, que tiene la
misión de desarrollar políticas comunitarias para la superación de los
desequilibrios y desigualdades.
El desafío: superar las asimetrías
Algunas lecturas escépticas arguyen que la existencia de
asimetrías en MERCOSUR lo convierte en un esquema integracionista poco
conveniente para la participación de Bolivia. La inquietud se responde
partiendo de una pregunta: ¿Existe algún sistema de integración sin asimetrías?
Y la respuesta: ciertamente que no. La Unión Europea (UE), el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), el Sistema de Integración Centro
Americano (SICA), la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM), la Comunidad
Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), están sujetos a profundas
desigualdades entre sus países miembros y al interior de éstos. Por ello, la
misión de los sistemas integracionistas consiste, precisamente, en enfrentar
estas diferencias desde su esencia comunitaria.
Si la mirada escéptica tuviera justificativos, no existirían
los sistemas de integración o tendrían que reinventarse bajo la lógica del
encuentro entre iguales, en un planeta históricamente desigual, con países cuyo
menor grado de desarrollo está condicionado por factores estructurales de
desigualdad con discriminación y formas de dependencia y explotación. Cuando se
analizan los sistemas de integración, se debe considerar que tienen como
vocación alcanzar objetivos y destinos comunes en base a dinámicas solidarias y
colaborativas. Podríamos afirmar por ello que los sistemas de integración son
institucionalidades políticas que buscan reducir conjuntamente vulnerabilidades
externas, superando en el camino las suyas propias, como son sus asimetrías.
Concepciones integracionistas como la del “regionalismo
abierto”, que surge a la par de los programas de ajuste estructural, confiaban
en que el crecimiento económico y comercial generaría una cascada de
oportunidades y un chorreo financiero para otras dimensiones de la integración,
como las políticas sociales. Eso no funcionó. En contraposición, la concepción
de la “integración integral” redimensiona esta visión, para otorgarle a cada
espacio (económico, comercial, político, social, cultural, ambiental, vial, y
otros) una importancia estratégica, capaz de aportar a los objetivos comunes
desde su propio campo de desarrollo.
Con este fundamento de la Integración Integral se profundizan
los esfuerzos para la superación de las asimetrías, habida cuenta que
constituyen un obstáculo para el desarrollo no sólo de los países, sino también
de los procesos integracionistas. Se trata de reconocer la existencia de
desequilibrios y desigualdades, pero no para contemplarlos o utilizarlos como
justificativos para desaconsejar la participación de los países menos
desarrollados en los procesos de integración, sino para trabajar salidas que
permitan enfrentar las desigualdades con esfuerzos solidarios. Las alternativas
económicas, políticas y jurídicas son diversas, y entre las más destacadas
están los programas de convergencia estructural para la cohesión social, que
analizaremos en este artículo mirando referencialmente la experiencia de la
Unión Europea y repasando las características de la experiencia en MERCOSUR.
Los Fondos Estructurales y de
Inversión Europeos, referencia paradigmática
La iniciativa referencial se encuentra en la experiencia de
la Unión Europea, para la que la cohesión social en procesos de integración
consiste en “la capacidad de la sociedad de asegurar el bienestar de todos sus
miembros, incluyendo el acceso equitativo a los recursos disponibles, el
respeto por la dignidad humana, la diversidad, la autonomía personal y
colectiva, la participación responsable y la reducción al mínimo de las
disparidades sociales y económicas con el objeto de evitar la polarización”. En
otras palabras, la cohesión social es un proceso de convergencia para la
superación de asimetrías y tiene que ver con la construcción de los mismos
procesos de integración, poniendo en práctica mecanismos de solidaridad para la
superación comunitaria de los desequilibrios que existen entre los países.
Es paradigmática la experiencia europea con los Fondos
Estructurales y de Inversión Europeos (Fondos EIE), gestionados y ejecutados
por la Comisión Europea para apoyar la cohesión económica, social y
territorial. Los mencionamos sólo para ejemplificar los distintos campos que
aborda: Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), Fondo Social Europeo Plus
(FSE+), Fondo de Cohesión de la Comisión Europea (FC), Fondo Europeo Agrícola
de Desarrollo Rural (FEADER), Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura
(FEMPA), y Fondo de Transición Justa (FTJ).
En la actualidad, en su Plan 2021 – 2027, estos Fondos
apuntan a contribuir al cumplimiento de objetivos como una Europa más
competitiva e inteligente; una Europa más verde, baja en carbono, resiliente;
una Europa más conectada; una Europa más social e inclusiva; y una Europa más
próxima a los ciudadanos. En su recorrido histórico, la experiencia de los
Fondos ha dejado entre sus principales resultados el hecho que contribuyen de
manera decisiva a la convergencia social y económica, reduciendo las
diferencias entre las regiones y los países de la UE.
FOCEM, caminos de solidaridad
Por su parte, el Fondo de Convergencia Estructural del
MERCOSUR, más conocido por sus siglas: FOCEM, es uno de los programas de los
que se beneficiará ventajosamente Bolivia con su ingreso a este bloque
integracionista subregional. FOCEM tiene como objetivo reducir las asimetrías
existentes entre los países y regiones que componen el bloque, potenciando a la
vez los beneficios obtenidos mediante la ampliación de los mercados. Es decir,
integra el principio de solidaridad con la búsqueda de crecimiento económico y
competitividad de todos los países miembros. Además, prevé que la consecución
de los mencionados objetivos dé lugar a una profundización de la cohesión
social y un fortalecimiento de la estructura institucional del MERCOSUR.
Aclarada la falsa argumentación que quisiera encontrar sistemas
de integración entre iguales, o la inconveniencia de los países de menor
desarrollo para participar en sistemas integracionistas, señalamos las
profundas diferencias existentes entre los países del MERCOSUR tomando en
cuenta su PIB anual, que en millones de euros (M€) tiene estas cifras: Brasil
1.821,862; Argentina 598,367; Uruguay 67,538; Bolivia 42,049; Paraguay 39,589.
Las diferencias son reales y estructurales y en esas condiciones se las tienen
que trabajar, construyendo las condiciones adecuadas para enfrentarlas en su
raíz y en sus manifestaciones. Para este cometido existen los sistemas de
integración.
Prácticamente desde su creación, en MERCOSUR la reducción de
asimetrías está planteada en diversas reglamentaciones y comunicados como un
asunto prioritario. La respuesta a esta búsqueda es la creación del FOCEM, por
el Consejo del Mercado Común, mediante las Decisiones CMC Nº 45/04 y 18/05. La
primera instituye el programa y la segunda plasma sus objetivos y la
distribución de recursos entre los países.
FOCEM dispone su funcionamiento con estos Programas: 1)
Programa de Convergencia Estructural; 2) Programa de Desarrollo de la
Competitividad; 3) Programa de Cohesión Social; y 4) Programa de
Fortalecimiento de la Estructura Institucional y del Proceso de Integración.
Los fondos son destinados a los países y entregados en carácter de donación no
reembolsable para financiar hasta el 85% del valor elegible de los proyectos.
FOCEM se financia con aportaciones de los Estados Partes del
MERCOSUR por un monto anual de cien millones de dólares. Tal cantidad se
integra en función del PIB histórico de cada país; así, Brasil es el mayor
aportante (70%), seguido por Argentina (27%), Uruguay (2%) y Paraguay (1%).
También se establece la posibilidad de recibir aportaciones de terceros países
y de instituciones u organismos internacionales. La distribución de esos
recursos entre los países tiene un sentido inverso a los aportes, con montos
mayores para los países menos desarrollados. La distribución, que puede cambiar
con la adhesión de Bolivia, tiene estos porcentajes: 43,65% al Paraguay, 29,05%
a Uruguay, 9,10% a la Argentina, 9,10% al Brasil, y 9,10% a Venezuela.
Es decir que Brasil y Argentina son los principales
aportantes, mientras Paraguay y Uruguay los principales beneficiarios, como
también lo será Bolivia, gracias al mecanismo de “hegemón benévolo”, o país
hegemónico colaborativo, que en este caso lo cumple Brasil, del mismo modo que
Alemania y Francia en la Unión Europea. En Brasil y Argentina los programas se
priorizan tomando en cuenta las regiones más vulnerables y que requieren apoyo
para la cohesión social y superación de sus dificultades para el desarrollo.
Otra demostración de la distribución dirigida a superar las
asimetrías, se encuentra en el hecho que Paraguay desarrolla 20 proyectos,
Uruguay 19, Argentina 6, Brasil 5, y proyectos pluriestatales 3, en uno de los
cuales, el de MERCOSUR libre de fiebre aftosa,
participa Bolivia antes incluso de su adhesión. Algunos proyectos que
ejemplifican la distribución del Fondo y que Bolivia puede tomar como
referencia, son: En el Programa de Convergencia Estructural, con un aporte de
más de más de 410 millones de dólares, se realizaron tres proyectos de interconexión
eléctrica regional Uruguay – Brasil; ampliación de Itaipú
Paraguay; y vínculo de interconexión ET Iberá – ET El Paso Argentina. Otro
ejemplo: la rehabilitación y pavimentación
asfáltica de la carretera Concepción – Puerto Vallemi, Paraguay,
por un monto de 160.295,050 millones de dólares, con un aporte de FOCEM por
75.309,382 US$. En el Programa de Desarrollo de la Competitividad, un ejemplo
es el proyecto pluriestatal sobre Investigación, educación y
biotecnología aplicadas a la salud, por un monto de 28.038,723 US$
y un aporte de 23.662,862 US$ por el FOCEM. En el Programa de Cohesión Social,
tomamos como ejemplo el proyecto Intervenciones múltiples en
asentamientos ubicados en territorios de frontera con situación de extrema
pobreza, con un monto de US$ 2.042,771. Finalmente, un ejemplo en
el Programa de Fortalecimiento de la estructura institucional y del proceso de
integración es el proyecto Fortalecimiento del Instituto
Social del MERCOSUR, por un monto de 433.200 US$,
Estos son sólo ejemplos que podrían orientar la participación
de Bolivia en FOCEM. Los proyectos son definidos por cada país, mediante las
Unidades Técnicas Nacionales FOCEM (UTNF), que son las responsables de la
selección, elaboración y seguimiento operativo de los proyectos por cada Estado
Parte. La administración está a cargo de la Unidad Técnica FOCEM (UTF), que
funciona en el ámbito de la Secretaría del MERCOSUR. Históricamente, el 90,69%
de los proyectos son de infraestructura, 5,03% de fortalecimiento de la
competitividad; 4,02% de cohesión social; y 0,26% está dedicado al fortalecimiento
del proceso de integración.
FOCEM es uno de los espacios en los que participará Bolivia
para el desarrollo de proyectos que le contribuyan a mejorar sus capacidades de
producción, de inversión productiva, de ampliación de su red de integración física
caminera, férrea, fluvial o aérea, y también de inversiones para sus políticas
financieras y sus políticas sociales, de educación, salud, derechos humanos,
participación ciudadana, y otros, en la perspectiva de una mayor igualdad. Los
sistemas de integración necesitan enfrentar sus asimetrías con facilidades para
los países de menor desarrollo, puesto que las desigualdades podrían frenar las
posibilidades de encarar acciones de un desarrollo conjunto cada vez más
exigente.
En un brevísimo balance, es posible afirmar que el
funcionamiento del FOCEM ha registrado avances significativos, por ejemplo, en
la realización de obras, en acciones para la facilitación del comercio, en la
verificación de un aumento de las exportaciones intrarregionales, en el incremento
de su capital, en la posibilidad de afrontar relaciones con terceros, y en su
contribución a mejoras en las condiciones de vida de los habitantes de los
Estados Parte.
Adalid Contreras Baspineiro es sociólogo e internacionalista
boliviano
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